jueves, 17 de julio de 2008

JESSICA LOBATO


Jessica Lobato


Su larga cabellera simbolizaba la tierna esperanza envuelta en el sueño de los hombres y las mujeres despiertas.




Todos en el colegio le decían Loby, yo me regocijaba con sus canticos de sirena y la veía irse todas las tardes detrás de un gran árbol de manzanos donde se ponía a zurcir cientos de pañuelos con los nombres de todos los alumnos del colegio. Su casa era ese mismo árbol. Allí vivía con unas mujeres que tenían cuernos de sabiduría en lugar de ojos y que olían a una rica miel mojada por dentro había tanta una energía cálida debido a las hojas del lugar.
Casi todas las tardes de viernes Loby junto con sus mujeres preparaban lindas y ceremoniosas fiestas que duraban hasta el amanecer, despertares sin dormir con música que desentrañaban en mí, amores olvidados y me ponían sumamente nostálgico y seductor.
Loby tenia el cabello largo, muy largo, un día llego a crecerle hasta las puntas de los pies y más allá. Los vecinos relataban sorprendidos acerca del extenso cabello de la joven Loby. Este era tan pero tan largo que por las noches el cabello se salía por la ventana de su habitación y se ponía a jugar con el viento nocturno que soplaba. Para el señor Chan era magnifico aquel resoplar de cabellos nocturno, pues para aquel chino ex comunista, los largos cabellos de Loby representaban la mejor y única forma de conciliar el sueño. Don Chan decía que los cabellos de la joven eran como un arrullo de olas marinas, una caricia a sus dolores y penas, un freno a su fatal insomnio de toda la vida, por alguna intrínseca razón los cabellos de Loby aplastaban de inmediato el poder que algún día ejerció sobre la china comunista aquel líder llamado Mao Tsetung, al menos eso nos contaba visiblemente extasiado.
Un día Loby llegó al colegio con un cabello que ya alcanzaba a medir los cinco metros y que arrastraba por los pasillos del colegio. Aquel espectáculo era sumamente fascinante pues su cabello formaba tal como lo decía el señor Chan una mirada al marino mundo de esta tierra, una mirada a la nobleza del alma, irremediable ante los ojos de cualquier mirada. El largo cabello se acomodaba como podía entre las bancas de unos y otros compañeros, se ocultaba a veces entre el piso de las aulas y hacia brillar esta misma hasta saciar los sentidos de todos. Algo sucedía con aquella cabellera mágica que nos impedía o más bien procurábamos con todas nuestras fuerzas no pisarlo por nada del mundo.
Una mañana al llegar al colegio observe a Loby llorando en los jardines centrales del colegio su cabello de ya casi diez metros de largo contrastaban con el verde del pasto como trasfondo. Sus lágrimas eran tan pequeñas a comparación de su extensa caballera que apenas podíamos comprender aquel sufrimiento todos los ahí presentes. No quiero decir que el tamaño de las gotas de unas lágrimas represente directamente el dolor de una persona, pero puedo asegurar que aquellas gotas de dolor que derramaba Loby eran increíblemente pequeñitas, muy pequeñitas para comprender su dolor puesto que casi nadie lograba observar o comprender aquella cascada invisible de dolor. La profesora de microbiología se acerco al lugar donde permanecía la mujer de los cabellos extensos, en la mano derecha llevaba un microscopio. Loby, al sentir la presencia de alguien hizo una mueca de dolor y se llevo las manos al rostro en señal de aflicción, la profesora procuró de inmediato abrazarla y le pidió se retirara las manos del rostro, ella se rehusó por un momento pero después desnudo su rostro y un halito de luz solar de aquella mañana que poco a poco se iba aclarando, ilumino todo su cuerpo, los rayos de sol cayeron virtuosos sobre la cabellera de Loby entonces sin mas ni menos la profesora coloco lentamente la palma de su mano en el rostro de Loby, tiernamente le acaricio la mejilla, una y otra vez como si fuese una madre consolando a una hija.
Loby mantenía un rostro visiblemente desolado y permanecía callada ante las caricias tiernas que la profesora le destinaba. Enseguida la profesora tomo entre sus manos el microscopio, en el espacio donde se coloca la muestra para observar algún objeto de estudio experimental, llamado platina coloco la palma de su mano con la que había acariciado previamente el rostro de Loby, la palma se encontraba ligeramente húmeda debido a las lagrimas derramadas, enseguida las pupilas se transformaron en oculares, la profesora movió el engrane de los aumentos y observo. Loby se llevo la palma de su mano a la barbilla y se quedo entumecida un buen rato. La profesora saco una libretita y anoto algunas cosas, en cada observación que realizaba a través del microscopio movía su cabeza en forma de aprobación y negación, después le decía no se que cosas al odio a Loby y esta hacia muecas de dolor pero también de aprobación al mismo tiempo.
Por la tarde Loby partió a su casa.
Paso un año de colegio y no volvimos a ver nunca más a Loby, hasta que un buen día no la topamos sorpresivamente a la entrada del colegio. Sentí algo un poco raro, es como cuando uno no espera nada y de pronto se presenta ante nosotros el recuerdo que ha tomado prestado tiempo para caminar en el presente. Una especie de ansia que tanto añoramos en el pasado y que por alguna razón partió sin dejar ninguna explicación. Es como cuando se presenta ante nosotros el pasado, ese instante que se ha dejado de amar, de extrañar y de recordar justo cuando el valor del tiempo que se cuenta de adelante hacia atrás se ha disuelto por completo. Supongo que cuando el recuerdo se borra comienza de nuevo ese mismo recuerdo a llenar de amnesia nuestra memoria y a eso muchos lo han llamado olvido.
Aquel día en que el recuerdo se torno realidad, Loby se presento ante nosotros con el cabello completamente rapado. A lo lejos parecía un muchachito, pero sus rasgos dominantes y su belleza sórdida no lograron ocultarnos el recuerdo que teníamos de Loby. Un espíritu del pasado en nuestras mentes la había traído de regreso al presente.
Aquella mañana sumamente nublada saludamos a Loby, le preguntamos que había pasado con su cabello. Ella con cansado ánimo contesto: -Tuve que cortar todas mis células muertas. Carlos Sandoval imprudente como siempre preguntó: -¿Es verdad que tu padre murió aquella mañana que la profesora analizo tus lagrimas en el microscopio? –
A lo que Jessica Lobato respondió con un sí moviendo la cabeza y con pocos ánimos.
Jessica Lobato termino el colegio un año después que nosotros, supe que se hizo científico y peluquera, ahora se dedica a buscar respuestas en lágrimas y cabellos de las personas con el fin de medir el dolor humano.
También me entere de que Loby nunca más se dejo el cabello tan largo porque asegura que sus lágrimas anuncian muertos sobre su caballera. También dejo de zurcir pañuelos para nosotros y debido a los golpes y las pérdidas que trae consigo la vida no sólo se rapo su caballera sino que amputo de tajo todo rastro de bellas virtudes y con ello perdimos también la esperanza. Después de eso nunca más volvimos a ser felices.

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