PRIMER CAMINATA
Ensayo para un ojo
Yo te amaba inconscientemente, te amaba.
Algo en mí siempre había sido diferente al resto de los niños, decían que yo tenia un tercer ojo sobre la frente, yo no le veía pero los demás lo gritaban, todos los días me miraba en el espejo pero, sin embargo, al mirarme en aquel rectángulo de sin fines de reflejos claros, nada encontraba en la frente. Cuando era niña me creía todo lo que me decían, cuando me veía en el espejo no era visible aquel ojo, pero ante mi sórdida confusión de la realidad de los otros y la mía, llegue a pensar que aquel ojo se ocultaba de mi mirada, como si la vida me jugara una broma, entonces comencé a pensar lo que los demás querían y veían en mi.
A los tres años las formas, colores y sombras que con tus trazos ibas dibujando me parecían la mejor y quizás la única forma para entender el mundo en un “sin reflejo de la vida” yo no lo entendía porque no sabía a ciencia cierta de que se trataba eso que llame mas tarde: el tiempo bipolar.
Ese tiempo bipolar, que va de un segundo a otro, se transforma, y cuando tus manos con su energía, de quien sabe donde, se llevan mis ideas, la totalidad de mis ideas, todas ellas, ya no tengo nada que pensar, estoy sola, un sentimiento de culpa se apodera de mi, me voy dando poco a poco a la vida pero a ella no le basta, piensa en fragancias y esencias. Molécula y Alexia entran en una batalla campal.
Alrededor de mi hay un sin numero de mascaras bien confeccionadas, unas bellas otras no tanto, me miran, yo las miro, nos reconocemos en la ficción, sólo en la ficción y nada más, en la realidad las mascaras son sólo mascaras, pero en la ficción, en el ejercicio de fingir, los rostros son mascaras de carne y hueso. Me da un poco de tristeza, soy por naturaleza solitaria, quiero vivir sola, puedo vivir largos periodos sola, pero no conozco Europa, no conozco aun París.
Reivindico mi soledad con este texto, pero el sentimiento de culpa sigue estático en mi corazón. Entonces deseo de pronto entregarme a cada rato, entregarme completa, sin culpa, sin miedo, me doy a la vida, pero el enfrentamiento entre el primer yo y el segundo y después el tercero, cuarto y quinto me supone un signo de fatalidad, soy presa de ti, de todo lo que refleja el tercer ojo. El “primer yo” me dice con reclamos –Oye Alexa, porque diablos no estas escribiendo y leyendo los Himnos de la Noche de Novalis- En ese aspecto creo que el segundo yo, disfruta la borrachera y se entrega a la gentE, por culpa, por terror a la soledad, a esa soledad que probo en pleno sol de media noche y le supo amarga.
Creo que no la amo, no la amo pero temo por Molécula, temo que no soporte esta soledad que le supo amarga, temo que no se adapte a esta nueva soledad. Porque eso si, la soledad se renueva no es la misma, cambia poco a poco, se transforma, transmuta. Por eso el adiós de un nuevo amor siempre duele de forma distinta que el anterior. El amor es la inexperiencia eterna del enamorado.
En la soledad sucede una especie de metamorfosis; ocurre de pronto en nuestros pensamientos, el cerebro sangra, el corazón ríe, y los ojos se llenan de lágrimas, aguas, fluidos extraños inundan nuestra terrible conciencia, no queremos soltar la mano, abrazamos por la fuerza la razón, la soledad nos invade, finalmente la razón se va en un autobús urbano.